miércoles, 3 de julio de 2019

Ese día marcado en el calendario

2018. Junio. Entre primavera y verano.

No vas a ir a una academia, tienes tus temas, tus casos y es fácil buscar en internet cualquier recurso. Te lanzas a la aventura... total, no tienes trabajo entre semana. Pasan las semanas, el calor agota, salen planes. Llega septiembre y parece que no te has estudiado nada, pero algo se ha quedado en la mente, y sigues, sigues apostando fuerte.

El otoño pasa. Consigo trabajo entre semana por la tarde, y solo descansando los domingos. Te planificas en tu calendario como puedes para llevar un orden y una rutina y no echar por tierra todo el tiempo pasado. Llega así Navidad y decides desconectar en familia y con tu pareja. Se lo debes todo a ellos, son los que te apoyan en estos momentos tan intensos. El cansancio mental empieza a aflorar un poco.

Llegan los propósitos de Año Nuevo y la cuesta de enero. Es difícil remontar después de casi dos semanas de descanso. Pero, entre depresión y querer abandonar, sacas fuerza y sigues, una y otra vez. Empiezas a no salir de la casa, salvo para trabajar. No haces planes, piensas que tienes que estudiar, te dedicas menos tiempo a ti, a quienes te rodean, por rascar horas para estudiar. Ya se hace duro.

El cansancio empieza a pesar física, psíquica y anímicamente. Salen las plazas, te deprimes y quieres mandar todo a la mierda. ¿Para qué cojones vas a estudiar si sabes que no vas a pillar plaza y te vas a quedar vagando por el desierto de la bolsa de trabajo dos años? Si es que apruebas, claro... Pero nada nada, sigues casi por inercia, porque en el fondo tu cabeza y tu corazón te dictan que sigas, que lo estás haciendo bien y que hay que ser positivo.

Semana Santa. Otra desconexión. Pero realmente no desconectas, porque prefieres adelantar con la programación. Ya te da cargo de conciencia estar un día sin poder estudiar, aunque estés enferma, aunque llegues de trabajar muerta, aunque te duela todo el cuerpo. Y te das cuenta de que necesitas un chute de energía con la primavera.  Mi salvación fue Quinton Hypertonic, por cierto.

Hostia, sin darte cuenta, quedan dos meses para el examen. En el calendario marco los temas que voy a estudiar por día, los repasos y la dedicación a la bibliografía, la legislación y a los casos prácticos. Que bonito queda todo y que difícil es seguirlo, jolín.

Vas cuesta abajo y sin frenos. No sabes como puñetas ha podido pasar tan rápido el tiempo. La gente empieza a desesperarse en grupos de whatsapp, facebook... rumores, nerviosismo, ajetreo, impaciencia. Quieres quitarte el maldito examen de encima cuanto antes y darte un pedazo de chapuzón en la playa o la piscina. Vas en el coche de trabajo, suena música y piensas nooo, que es distracción, se te van a ir los temaaas. Pero claro, sale una que te gusta y luego tu mente, automáticamente cuando estás saturada de tanto estudiar, te la pone una y otra vez modo playlist de youtube: "y si jugamos bien, nada sale mal, solo tienes que arriesgar" (gracias Aitana).

Marcas el dichoso día del examen en ese 23 de junio de 2019. En letra grande. Ya sabes la hora y el lugar -casualmente todos los exámenes oficiales como Selectividad y Oposiciones los he hecho en la Facultad de Caminos, que no hay otra, vaya....- y lo pones para que no se te olvide con los nervios. También marcas en letra grande el día 22, el día que entregas los méritos (en el cual me tiré desde las 13 hasta las 15:30, con un calor horroroso, viendo pasar a gente que, por un lado ves contrincante, y por otro intentas empatizar).


Tres semanas, dos semanas, una semana.... en la ludoteca no podía estudiar pero intentaba leer algo cuando no tenía niños o iba a cerrar.No salía de la rutina casa-estudio-trabajo-casa-cena-estudio hasta casi las dos de la mañana, todos los días, despertandome a las 9 de la mañana (me sonaba la alarma a las 8 y es que no podía tirar de mi alma, aparte que a mi madrugar me cuesta la misma vida jajaja) y vuelta a empezar.

Pero ah, por la mañana tampoco es que tuviera tiempo, porque yo intentaba mantenerme en equilibrio física y mentalmente con el yoga y el pilates, mis dos grandes aliadas para cuidarme por dentro y por fuera. Sin ellas hubiera pasado lo que en mis otras opos de 2015: muñeco michelín. También venía mi sobrino, quien aporreaba mi puerta para que lo dejara entrar y jugar conmigo. Las bibliotecas cercanas a mi no tienen buenos horarios y no me quedaba otra que estudiar en mi casa.

En la última semana preferí no ir a ninguna clase y estar tooooooodas las mañanas pegada a los apuntes. Iba directa a por los temas que mejor me sabía, y repasaba brevemente aquellos que medio podía defender. En total, preparados 21 temas de 25.

Último día. Sábado de la presentación. Sudor frío, temblor, debilidad, sueño acumulado. Ya es que ni razonas, parece que te has tomado un tripi sin saber muy bien por qué. Dijiste en su tiempo que no ibas a tocar un libro el día antes del examen pero te da cargo de conciencia y repasas hasta antes de la cena (nos conocemos ya, Beika...). Mi hermana me dice de tapear para despejarme, pero no llegas a despejarte aún con el bicho de tu sobrino de año y medio, que te reclama.

No tienes hambre, se te cierra el estómago. No tienes sueño, hace mucho calor y deseas morirte. Pero al final consigues pegar un poco de ojo, durmiendote mientras repasas el tema que mejor te sabes en tu mente. Así hasta que suena tu alarma -y la del móvil de tu madre, por si acaso-, a las 6:45. Tu padre te hace el favor de llevarte porque Granada ir en coche por el centro es pegarte un tiro en el propio pie.

Llegas sana y salva y, aunque te conozcas la zona, te pierdes, que los nervios traicionan. LLegas al sitio correcto, abren las puertas y todos como borregos para dentro. Tú ya en tu móvil, con una captura de pantalla, tienes el aula, y vas directa... total ya la facultad la conoces al dedillo. Encuentras el aula, pero como es obvio, te haces un pipí tremendo y el baño de las chicas tiene una cola kilométrica: pues a orinar en el de los hombres.

Tienes el estómago fatal, estás con la regla que verás tú si no pones la silla entera de rojo, y encima hiperglucemia de la buena, por el estrés. Vamos, ni los astros se alinean tan bien en otras situaciones.

Esperas a que te nombren, con tu DNI, tus bolis y tu botellica de agua sin la etiqueta (que ya consideran marca o seña hasta toser, joder). Entras, te indican tu sitio y a rezar. Compruebas tu culo en la silla y tu posición habitual al escribir en tu casa y ves que es una mierda, el culo al filo de la silla para escribir, que bien.

El tribunal anima, apoya, se preocupa (parece majo, peeeeero todos sabemos que pasa con este tipo de sensaciones) mientras hace tiempo para sacar las bolas y los casos prácticos. Venga, que vienen las bolas. Primero, el 11 (puff... capacidades, largo pero defendible), el 4 (hostia, uno de mis preferidos *baile mental Mauricio Colmenero en la serie Aida*) y por último el 1 (me encanta, pero da más chicha el 4 y haré ese).

Del resto, ya sabeis. Bordado el tema, comido tiempo del caso práctico, caso práctico a la mitad, y fin. Tuve que salir a hacer pipí en mitad del examen por la maldita hiperglucemia (y los nervios). Yo no necesitaba ducha, ya me autoduché con mi sudor que ni los jugadores de fútbol, oye. Salí muerta, me fallaban las piernas y veía puntitos blancos. No sentía mi mano derecha, casi estaba para escayolarla. un lado de la yema del pulgar no la sentía, era brutal. Fui llamando a familiares y amigos, para decirles "mira, que voy a suspender". Visionaria.

Me tomé unos días de reflexión (bueno, jugando a la wii) y terminando la programación hasta el último día para imprimirla el día de las notas (y menos mal, porque me hubiera dejado un pastizal para nada). Se te quitan las ganas de comer, estás como perdida (no es normal tanto tiempo libre, no sabes que hacer hasta que te das cuenta que tenías series pendientes en Netflix como los 100 y black mirror, y en HBO el cuento de la criada... porque no me pude resistir a ver Chernóbyl y Game of Thrones semanas antes del examen).

Aún ahora, un día después de conocer las notas, sigo igual de perdida, igual de agotada e igual de deprimida. No tengo mucha hambre, me mantengo activa y bueno... intento no pensar en lo pudo llegar a pasar si hubiera tenido tiempo para bordar el caso práctico, que perfectamente hubiera podido.

Llevo, en todo este proceso, 3 kilos perdidos. Y no quiero quedarme ahí. Quiero seguir luchando en estas opos y avanzar en formación con cursos, algún Máster y actividad física más a menudo.

Ya solo pienso en descansar este verano, que me lo merezco, y seguir el camino que comencé con ilusión, aún habiendo piedras, muros, zancadillas... nadie me va a decir que no puedo. Yo tarde o temprano me saco mi plaza sí o sí. Aún con todo este sistema injusto, con todo en contra, con adversidades.

 ¿Cómo habéis vivido este proceso de opos? ¡Ya sabéis, ánimo y suertee!
Besitos 😘😘

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